miércoles, 30 de noviembre de 2011

Fragmento de: "Cuentos"

Génesis

Un día me desperté y no me podía mover. Traté con todas mis fuerzas de estirarme pero oye, no había manera de conseguirlo. En eso un aire entró por la ventana y zarandeó un poco uno de mis brazos, entonces entendí todo; ¡era una marioneta! El aire trajo una mosca que no paraba de burlarse de mí. Me hacía cosquillas detrás de la oreja, en la planta de los tres pies (al menos eso ella pensaba) hasta que después de entretenerme toda la mañana y, menos mal, ya no la soportaba; decidió descansar en la punta de mi nariz. Al rato entró otra mosca y empezaron a discutir. “¡La nariz es mía!” -dijo una. “¡Yo llegué primero!”   -dijo la otra. Como se hacía de noche y quería dormir les dije que mi nariz era de las dos.
Al día siguiente, no parecían enfadadas. Bueno, eso pensé al verlas despertar con buena cara y muy acurrucadas bajo la manta que habían tejido con sus alas. Pensé: “¡oh, mala señal, parece que ya no se van!”. Efectivamente, se instalaron en mi nariz y aunque volvió el aire que las trajo, ellas no se fueron. Con el tiempo les cogí cariño y les organicé el espacio. Les dije que usaran la punta de mi nariz para sus necesidades y que no me pusieran trastos bajo los ojos, ya que sin poder moverme, lo menos que podían hacer para conmigo, era que fueran ordenadas y no me taparan la vista. Ellas me hicieron caso, no querían enfadarme. Después de todo, se conocieron gracias a mí. Con los días aparecieron los huevos, después las larvas y poco a poco una civilización. A las primeras les puse de nombre Adán y Eva. Al resto les decía tú, ese, esa, el feo, la guarra, la mosquita muerta y el moscón entre otros. Con el tiempo nos dimos cuenta que ya no quedaba espacio, entonces les dije como ganar terreno con las heces, cosa que había visto hacer antes. Lo importante era que la mierda estuviera seca. Daba igual si era gris, marrón o verde. Así que le concedí títulos de arquitectura a las dos más inteligentes y un grupito de veinte aprendieron a hacer la mezcla. En poco tiempo construimos una ciudad. Les hablé del dinero y de cómo hacerlo a partir de  la secreción de mi nariz, cosa que mejoró mi calidad de vida, ya que tenía la nariz tupida entre el peso de la ciudad y los mocos.
Una mañana apareció un sapo en la ventana haciendo trucos de magia. Las moscas lo vieron hermoso y colorido, así que edificaron una casa para él. Con el tiempo le llamaron Dios y le visitaban los domingos. Yo les dije que tuvieran cuidado, que por ser sapo no iba a ser perfecto y, mucho menos, bueno.
Tiempo después no quedaban moscas, ni sapo, ni diversión. Sólo quedó, una gigante ciudad de mierda en mi nariz.

martes, 15 de noviembre de 2011

Amorfosis de un cuarto de carne

el tiempo corre tras mis pasos
como ficha de dominó
atentada contra el suelo
                               y oculta el rastro de heces
 que junto la ortodoncia
                               escondí de las fotos.
el tiempo ya sacó
mi frente de las nubes
para maquillarla entre el barro y el mejor postor
                             ese que inventamos en una crisis de auto-estima.
 me dio  post it´s
para llevar mandatos
además del impuro esfuerzo
                                                         por vivir.
también fue el tiempo
quien me trajo de cabeza
                        en buena medida.
entre contracciones y lluvia.
ha sido entretenido
apretar el oxígeno
                     ante las fosas que me incluyen.
no puedo decir
que la inmersión fue sufrida a placer.
no
es obra del tiempo
o tal vez
                        de mi patria
no sé.
la bombilla se ahorra
alumbrar más lejos que la torcedura de mi espalda.
no basta escribir el segundo feliz
oculto en esta línea
                                                                           el tiempo le absorbe.
si rebusco en los recuerdos
de la ebria
memoria familiar
                 sólo encuentro el anzuelo
tirando de mi labio (que es inferior)
y cómo 
de forma grotesca
lleva mis años al follatorio
                               anno dopo anno
                                                          a capricho del tiempo.
¡soy culpable
                  le exijo el perdón!
no tengo más
que comida en mis entrañas
                     colgadas en la pared.
es extraño esperar la picadura de mosquito
                      que a mala gana
el tiempo suele propinar.
la mejor labor en mi venida
              retuerce la sonrisa contemporánea.
ésta que en forma de plástico
                        pulula la barra del péndulo
hasta aplacar mi erección.
esos que dicen ser peligrosos
                     más que Dios y el sacrilegio que cometo
al ser vacunado de simplezas.
pueden usar su tiempo
en extender facturas
bajo el impuesto de la vida.
más el plus
de una libertad absurda
entre cometas propagandistas
                            con más o menos hilo
atado a nuestro cuello
                             para desangrarnos en la anemia moral.
pero así
                          a pesar de no tener un yate
que me aleje de estos tiempos de diluvio.
 arrastro la cruz húmeda
               (pero no cristiana)
sobre las marejadas que aliñan mi condición
de oveja negra.
y más temido que el silencio
canto:
                          ¡feliz cumpleaños a mí!
                                                                         ¡A mí!
                                                                         ¡A mí!...
                                                                                                                  Grasa bendita.
                                                                        



lunes, 7 de noviembre de 2011

Reflexión de un "no-muerto"

 Dice una amiga, a la cual respeto, que los salvajes y despiadados rebeldes, partícipes de la ceremonial paliza sufrida por Gadafi tras ser obsequiados con un “jaque mate divino” por no decir abiertamente “antojo cruel de nuestro Alá”, inyectaron dolor entre el fusil y las manos para quitar el sanguinario cardo de cuatro décadas apocalípticas. Incluso, fue objeto de la rebeldía, depurar la memoria ante la violación de la bandera, ya profanada por el autoproclamado "mesías" al justificar su odio. No sé si la muerte incluye sobrenombres tan redundantes como el poder.  Este, sólo cambia de cuerpo e idioma. Seguro mi amiga sería necesaria para el hombre vivo, en múltiplos o más. Corazón tan latente y atrevido como el suyo, que guarda compasión a borbotones pero nada de rencor, es difícil de conseguir, aún inmerso en las prisas de un trasplante. No fueron fabricados en serie. Yo no fui capaz de forzar lágrima alguna ante la caída de este depredador, tampoco la risa se me escapó cuando mi inquisidor particular intentó romper su infinita línea de discurso con un chiste (revolucionario) y, aunque fui reprimido por los directores, las tantas veces que no aplaudí nuestra desgracia, jamás bajé la cabeza.
  Yo nací en el país del “nunca serás”, tal vez por eso llevo en la mente veinte años más de los que aparento. Logré escapar subido en la piedra que lanzó David, pero la cagué mientras caía o todo estaba jodido.  Goliat persiste en su minuciosa y aplastante labor dondequiera que intento esconderme.  Él me pisotea junto a la carne del resto.
 Para responder a mi amiga, sin ánimo de asustar, en las fotos de refrigerio (tragadas en CNN: los imparciales) encontré en la periferia del mal (Gadafi y todos los Olivos), zonas de piel desprovistas de marcas, vejaciones, cigarro apagado o soplete encendido.  No imagino más, ya que puedo desvelarme…  Pero desde mi humilde morada, he querido deleitar las botas nuevas: "Mustang 49.99 euros" en la venganza simbólica referente a mi origen de oprimido.
 De pequeño justifiqué mi vocación hacia la medicina veterinaria, en el deseo quirúrgico pero gratificante, que consistía en el dominio de las técnicas adecuadas para realizar la castración.  No usé animales aunque sí, tiré alguna piedra.  Mi paciente a tratar era aún más seductor, por eso me reservé.  Lamentablemente no conseguí llevar a cabo mi plan, que para algunos aborrecedores de la vida era inapropiado, mucho… tanto, que mi madre tuvo que dar las elocuentes y marcadas justificaciones que, entre gritos, el bombillo de la sala oscura arrancó.
 La muerte prefiere ocho meses de sangre y pánico, (para quien no abandona su hogar) a un catarro.  El insecto resiste en el sótano si este significa limbo, maldición, sobrevivir… y el objetivo de exterminar: borrar cada opositor desde la alcantarilla, el palacio o la isla.  ¡Vivir por matar es vivir!
  Mi amiga, que es de los confiados en la muerte del gigante, no restringe su sueño ni voltea la cabeza cuando camina. Ella de claustrofobia tiene poco. No sabe que aquí, en el balcón del mundo, también escalamos la cuerda de humo que desprende la vela, y es fácil caer aún más bajo en esta comedia sin gracia, que suponiendo que exista, sólo nos atribuye el pecado.
  El pecador, (según mi iris) no es la persona que se ajusta al concepto que enseñan en las escuelas.  Creí que solamente se les llamaba así en mi isla. Para mí, “pecador” no es más que un muerto: camina, paga impuestos, sangra, ah, y también vota de una forma democrática, ya que la montaña rusa es lo suficientemente perversa para asegurar el suicidio. Algunas son más efectivas que otras.  También las hay de largo o corto plazo, pero si no se detienen desde nuestra famélica muerte, el producto es abominable. Así, sin más, me dispondré a clasificar desde mi tumba, el color de nuestra linfa en estrecha relación con la muerte, los muertos vivos y el sentido común.
  Muchos entienden por Muerte, la imagen espectral denominada "Parca", de la cual el cine ha puesto en taquilla cientos de veces, a la espera de la tan codiciada estatuilla bañada en oro, estupenda para remplazar el supositorio, que muchos, desde su modesta homosexualidad, lo consideran un objeto desechable comprado en las tiendas de souvenir. Confío que sea estimulante. Sobre “La Parca”: ¿va el mito más allá de Disney Marca Registrada? Sí, es nuestro babe, la virtud más definida que podemos encontrar frente al espejo.
 La Muerte, para quien no sepa el significado de "Parca", pero sí, el mecanismo de acción del gatillo o más contagioso aún: la forma de lamer la bota del criminólogo, del asesino o dictador. Esos, que con tal de poner calabazas a las velas o velas a la foto del hijo que habló de más de la mujer  que lloró  muy  alto  al  ser violada (contra-natura), aplauden la actuación del flagelo, que mientras entra y entra, ellos aguantan la pata. Justificando su dosis de cobardía en una ultrajante verdad, no dan más al amo porque las moscas no saben nadar.
 He analizado la psicología del malvado o vecino vivo, tan audaz que sólo es diferenciable el tiempo restante de no-vida cuando toca a nuestra puerta. Depende del grado de aclamación que reciba: medio, medio alto hasta ser nombrado Dios, o es Dios mismo quien lo bendice y tira las bragas al escenario.  Entonces, la puerta deja de ser acariciada con el intrigante campaneo al ser sucedida, perforada y derribada por la última visita.
  "Muertos": amplio abanico de sustancias que, fuera del conocimiento general y a modo de sistema preventivo de sustos o fobia, el humano anormal (tipo de muerto que explicaré cuando regrese inspirado de la ventana) ha concebido como “espíritus”.  Así el abuelo, víctima de un corazón frágil, mueve el sillón bajo la esotérica mirada del crédulo, quien refiere desde su acostumbrado sentir, un escalofrío o beso eléctrico cuando sobre-ocupa el desgastado cojín sin dueño.  No creo que el alma del abuelo mantenga su consumo de viagra o estimulantes, ya que a los sesenta años dejó de utilizar su apéndice y sería muy relevante que un culo, no más vivo que el crédulo, despertara la espina dorsal que etérea balancea el sillón.
 También están los muertos de las fiestas, los cuales recogemos en camposanto para llevar hasta el pulmón de la ciudad.  ¡Qué sarcasmo!  La cara se debe pintar para ser surrealista.  Aconsejo los pigmentos grises, verdes y azules, pero no el rojo sangre, tampoco el amarillo hepático...  Para una ocasión en que la muerte resulta divertida, recomiendo un buen disfraz.
  He expuesto dos tipos de muertos: esos que atormentan rara vez o nunca.  Ahora hablaré de los otros: los vivientes.  Atención: no entran en esta lista quienes, a fin de mes, la crisis, el novio de su hija, (inquilino con boca y adicto al letargo de la ducha, mas no pone un tornillo ni enciende la calabaza en Halloween). Tampoco aquel que disfruta metiendo en su nariz el tuétano de los colombianos, además de mantener viva a la puta, al tabernero y esporádicamente al marica gracias a la iglesia o al gobierno, tal margen de vida sólo hará que me distraiga, a ellos, no les falta insulina y mucho menos aire.  Cosa que me alegra. La envidia que siento cuando los veo me recuerda que pude nacer vivo.

 Para terminar la definición del concepto "muerto" antes que los insectos reciclen mi materia, que por desgracia no tiene muchos usos más allá de la muerte, divagaré sobre los más comunes pero siempre barridos estadísticamente hacia la alfombra.  Nosotros recibimos la casta de "no-muertos" aunque, también, la de "muertos vivientes" en su forma más guay, la americana, que desde su experiencia nos llamó "zombis".
 El muerto en vida es natural del planeta tierra.  Su propagación, que en principio corría de manos con la codicia de los vivos, se escapó y ahora se transmite de un muerto viviente a otro hambriento.  El producto de esta fórmula recae en el “zombi”, el penúltimo eslabón, ya que el broche a esta encadenada esclavitud, soy yo.  Seguramente mi insignificancia en cuanto a producción bruta, la cual no llama a los vectores del virus dólar, o euro (nombre genérico: papelito zombificante) me permita disponer de tres - cuatro horas (no pagadas quizás por ser el muerto más menudo, pero sí sufriente) para relatar la actualidad del “no-hombre” mientras me burlo en un ataque de ansiedad.  Se ha acabado el tabaco y eso hace la muerte aún más dolorosa. Además, añado a mis heridas la cuenta creciente de sobrantes, los cuales tampoco nacieron vivos, ni siquiera tienen la desgracia de sufrir su siempre rentable condición de oferta petrolífera (para el vivo… siempre para el vivo) que asciende a mil negros o blancos por barril.  Son las violetas crecidas en dietética hambruna, que ya desbordan desde el sur hacia el norte, como si devolviesen las bolsas de chuches o excrementos, el espejo roto que recibió el indígena a cambio de maíz o el óxido que dejaron las cadenas en los cuellos, cuando no se conocía la duración de vivir muriendo, y tampoco la intención de aquellos magnates que guardan billones en cajas de
metal (CHANEL)  y necesitan inmensos palacios donde disipar el fétido olor de sus costumbres o una cama grande, repleta de chiquillas masturbándose frente su imaginación porque el peso del dinero oprime su diminuta polla.


 Reutilizo el dictador, el olivo, la marcha de armamento de quien sabe o teme el mal que siempre hace entre los aplausos de hormigas (también no-muertas) las cuales prefieren callar su voz ante el contraataque del cañón, para no dejar “salir” a su familia de esta discrepante protección que sólo protege de la verdad.   Y no se confundan: ¡no es la de los vivos!  Por eso se dirigen a la plaza (tantas plazas como profetas) para juntar las manos y recoger el semen, para frotarlo en las caras: unos a otros.  En este caso, reitero su condición de no-muertos, errantes en esta puta vigilia, los cuales, según el grado de infección pueden elegir o no, qué color hace juego y es más propenso o cercano a la mierda, pero esta es la misma.

 Confío que Internet le separe las pestañas a mi amiga, además de propagar parte de mi muerte, antes que vengan a arrebatarme de la fiesta de artrópodos, que me digieren lentamente por ser mierda de buena calidad (buscar mi certificado de autenticidad en los archivos del INEM) y extraer de la ley natural "El sentido común" el cual, por suerte para vos, asfixiado en mi protuberante perfume (azufre de zombi), cierra mi garganta y me entierra para siempre. Digamos que es un logro mutuo mientras que la revolución no lo escuche y también se lo quiera adjudicar.
El sentido común le dice al muerto viviente: “¡Jódete!”
El muerto le dice al vivo: “Te espero”.
Y el vivo… el vivo llegó con ansias de ser eterno.