jueves, 8 de noviembre de 2012

Crisis de fe



Crecí bajo el nombre de Babel, donde nacen los esclavos, acompañado de una bandera rayada y los zumbidos de dominantes moscas. A veces pienso que Madre me llamó de esta forma para no fragmentarse completa, como las piedras de la cantera, y el deseo de llevarla conmigo es un reflujo cada vez más ácido que no encuentra calma, ya que el pensamiento es interrumpido con facilidad o, simplemente, corto. Me transformo en cohete o así me gustaría ser y coloco en el cono la pulsera de falanges que dejó de su cadáver la sosa cáustica; sé que le complacería este sitio, ya que es la parte de mí que llega más lejos cuando huyo, aunque el viaje dura poco... Madre rara vez habló, ni siquiera el idioma implantado por las moscas ya que solo respondía. Recuerdo que un día me dijo: “zz zz zz”. Que significa “come antes de que se den cuenta y acuéstate temprano, mañana debes ir a cambiar el pico”. Pero no sé si llegué a hablarle o si lo he hecho alguna vez. Perdimos la identidad mucho antes que la lengua, incluso antes de que llegara el divino espermatozoide, el tan esperado que subió pronto tras la crucifixión, pero muerte es muerte, por eso nunca he tenido preguntas: ¡la libertad es solamente un interés!
Amanece. Forcejeo con otro hombre para estar cerca de la puerta cuando la abran. Por fin me han concedido un pico nuevo, después de veinte años, y quiero estar entre los primeros de la fila no sea que se acaben. Un pico con punta: ¿cómo será su sonido? Llego a la plaza y encuentro una multitud, rodeando la bandera, sin espacio intersticial que les permita caer como desearían y pienso que lo hacen a propósito. El Sol comienza a descender el abismo indicando la impaciencia del trabajo y con el fantasma de las lágrimas le humedezco un adiós al pico, mi pico nuevo. Corro hacia la oficina del dolor de espalda en la infinita roca que me hizo suyo, como la primera inhalación de un neonato, para evitar la ira de la mosca que nos vigila. Desgarro un trozo y después otro. El sudor me salpica en los ojos que dejan de sufrir por un instante y, cuando regresan, noto que he llenado el carro.
-“¡Zz zz zz!”- La mosca que controla el sector me exige una razón que justifique la ausencia de un pico entre mis manos. Con obediencia, y cansados gestos, procuro hacerle entender que intento llevar el carro saturado hacia la cadena de transporte, que está en lo cierto cuando me zumba que soy un miserable, que no volverá a ocurrir; Mas esta me apalea y simultáneamente repite algo concerniente a la visita de una mosca importante proveniente de Berlín. De todos los puntos de dolor que contabilizo sobresale el antes mencionado, ¿dónde quedará Berlín? Siento que me desmayo ya que únicamente ella resiste la cascada de palos que me propina, pero de pronto cesa y cae al suelo castigada por una piedra. Apoyándome, sobre el carro, alcanzo la posición erecta y distingo en la cara de la cantera el rostro de Madre. Rápidamente destrozo el cráneo de la mosca con la romicidad del pico, que pesa menos que antes, y le arrebato el uniforme. Encubro su cuerpo vertiéndole encima el contenido del carro pero no me abrocho los cordones. Quizás con tiempo apartaría a algún ingenuo de la inclemencia, con el silencio, que le permite fluir. ¡No ahora: se realiza la huída!
Me giro hacia la dirección que me espera y, entre las babas del suelo, percibo una piedra que brilla entre las otras. Recuerdo ver una así de niño cuando cayó de los bolsillos del Moscón que, bajo La Rayada, zumbaba de trabajo y Mas trabajo... No influyó que la totalidad de nosotros escuchara a la piedra esconderse en la arena, las moscas contemplaban la heroicidad del Moscón con millones de ojos.
Con vértigo se detienen los picos y el foco de la torre de control se estrella sobre mí. También me dirigen la mirada los advertidos, que parecen deleitarse con una imagen distinta a la cantera, seguramente devoran el ideal libertario que les sirvo o, ¿será la piedra? No obtengo ánimo ni aplausos, solo los zumbidos me persiguen.
-“¡Babel..!”-


jueves, 4 de octubre de 2012

Mi primer Googlino!


remedio a la crisis: azul de metileno

ya Indiana Polís le dio su dedo al pueblo
 y no bastó la grasa por pujar pa’dentro
                                 los toros son iguales cada cuatro años
                                                                    cuando se dejan matar por el político de meteorito fino:
un cuento sobre esto cuando mejore la cosa
por que ahora se llenaría de latas la Iglesia
                                                                     amén.
felicito la onomástica
                   Indiana Polís tiene barba colgada a la mentira
para saber a quién aplaude ante el miedo de los otros.
no quiere que se caigan los lazos de Europa
y dice que tampoco los de la mesa:
                            ¡hay buenas noticias ya que vamos a secar las banderas!
espero que nadie recoja a Nadie con una pancarta de
bajo o amplio espectro
que te da a escoger entre líderes de trastada
                                              como Indiana Polís:
que gastó los helicópteros con el dedo que nos quitó al pueblo.
“Pia, esto es otro verso de autor para hacer honor a mi puto nombre. Un beso.”
para tomarlo con risas
en la próxima mudada que coincida con huelga en la lupa:
nuestro Aventurero de Estado dio a luz una sombra
que nos marcha -la rubia- encima de que no podemos volver.
“Pia, permíteme sombrilla, a ver cuándo escampa el IVA.  ¡Líame un porrito anda!”

Indiana Polís no se ha ido.
el largo señala el camino a otros dedos
                                                 y una cerradura vuela para llorar con déficit público.
en el probador de las mamadas que realizamos con risa
donde no cabe un euro perdido en el camino del pastor alemán:
Indiana Polís pisó la cáscara de promesas
y resbaló sobre los indefensos que contaron hasta:
9,8,7,6,5,4,3,2…
“Así que Pia: ¡con los pobres del INEM
                        quiero yo otro pobre echar!”
una lectura correcta de los datos de la máquina:

lunes, 10 de septiembre de 2012

Juan se equivocó de paloma




-¡Ki ki ri ki!- Suena el gallo de la torre de la Iglesia Corazón de Jesús. El Sol no escucha mientras cambia de canciones en su Ipod, pero se levanta y escupe tras vaciar una de las rayas de la fuente de su costado.
-¡Sol, ayúdame!- Palomo interrumpe comenzando a temblar de frío. Había escuchado que los gritos transportan el pecado que se guarda en vida y con un nudo, prestado de las sotanas en que apoyamos nuestra confianza, se envían al Paraíso para ser reciclados. Allá en el cielo hay mucha paz, tanto, que Luz de Ifer, atento de seguir la música de Bob Marley con palmadas, enseña lo suficiente una mano con los dedos cruzados como la señal que indica a corderos la hora del pasto mientras otros limpian el rastro, y “¡tack!” Interrumpe el presente:
-¡Ki ki ri ki!- El gallo, que monta en seguida una fábula para realzar su hombría de corral, responde como si luchara por sus huevos sin ver al individuo que le plantea competencia.
Los gritos regresan con el eco de las paredes y alguno que otro se cuela en el frío de Palomo con alevosía. Hoy está urgencias fuera de servicio, así que nada me detendrá cuando lo despache con el tiempo que le he guardado. Víctima de sus intromisiones, de cada bolsillo le sobresale un juego de llaves que reproduce su figura o la mía y, según el lado en que se encuentre el favor de  mamá, nuestra Cristina va y viene con total dominio.
Palomo sube el escalón y la puerta aparece mostrando vaginas le que incitan a entrar con voces de sirena mientras facilita los fallidos intentos, que observa, echando una burla. Simula la unión de las almas que pululan la celda de ozono y puede que el perro que está escondido, tras subir al sillón del amo, le brinde su rincón de miseria favorito, que es la cadena que une los cuerpos para desfilar bonito en el escupidero que es la libertad.
Sin saber que el deseo atrae límites, el hijo de puta introduce la llave al ritmo que marca la lengua de la cerradura, le tira fuerzas a la derecha que es el lado más sensible y, para rematar la corrida con una inclinación, apoya su peso sobre la llave de mi madre (te quiero mamá). En eso, Palomo le pasa fuego a la piedra de tate que consiguió en el parque. Comenzaba a sentir el placer transmitido desde su llave cuando, de pronto, el alambre que dejé disimulado se le clava poniendo las escena fea.
-¡Ki ki ri ki!- Se escucha al gallo que resbala por la cornisa con la mano en el pecho dirigiéndose al suelo. Creo que sube al altar en las mañanas para reírse de la gente que piensa estar despierta y, como dudo que su pretexto sea ofrecernos el día, cae por la euforia: normal, Palomo atraviesa las voces del espacio con un grito distinto al urbano mientras disipa en el aire la mezcla de su último chivato.
-¡Sol, ayúdame, que soy tu hijo y habito cerca de ti!- Palomo grita anclado a la puerta que sigue succionándole la sangre. El astro se da por aludido y toma una dosis de polvo que se desfigura en la fuente de cristal, a lo que continúa apuntándole con el dedo medio y “¡tack!” Llega una segueta del cielo y la toma. El miedo le impide manipular el destino con precisión, estira y corta de un tajo como si se despidiera de mí, entonces, salva un trozo de la llave y la puerta se abre permitiéndole escapar. Juan Palomo ha dejado la soledad en mi camino, al tiempo que unas gotas hacen constancia de la altura que va tomando y siento los golpes de la emancipación.
“¡Ki ki ri ki...!”

lunes, 26 de marzo de 2012

El oyente

                                                                                         Pensado en mi seguidora Baby.
 03:00 hora local, una sirena me separa del cigarro. No hay luz, sólo veo al transformador en llamas espantar a los mosquitos de la zona, mientras cierro un poco la persiana sin alterar los golpes que escucho. No quiero volver a la cárcel, no lo merezco: ¡ha sido él quien la mato! Me dirijo a el sillón con el brazo sobre el hombro. Así mi cabeza tiene a mano quien le rasque cuando pienso en ella y regresa el picor: otro brote. El brazo izquierdo, que sostiene una botella de ron con huesos de algún desierto, también baila cuando ella aparece. Cada minuto la sirena aumenta su enfado en mis oídos y ellos, sin estar acostumbrados, me obligan a girar en el centro de la habitación. No consigo volar, ni siquiera desde una ventana como me demostró la vida antes de marchar ella, pero el alcohol hace milagros con la arena y lo tiento por si los fantasmas. Parece que ha vuelto la luz y las bombillas del barrio pestañean a pesar de las legañas que formaron los insectos. Por un momento interrumpo a mi brazo derecho y terminan los altos placeres. A ciegas, tanteo la pared donde posiblemente se encuentra el pulsador eléctrico. Es un hostal antiguo, tanto, que no se atreve a sostener el maquillaje que bisiestamente le tiran a la cara. Todo indica que nunca existió tal interruptor en la habitación, ya que sobresalen de la pared dos cables sin color, abrazados por un gancho en la punta con el que alguien resolvió el falso contacto que, seguramente, hubo. Los despego y vuelvo a unirlos por ciclos, durante un rato sin resultado.
 Es la policía, desde la calle, quien dirige la ceremonia de mi captura. Me escondo bajo los muelles de la cama. Así, tal vez, la oscuridad ahogue sus linternas cuando lleguen a aquí. “Todo saldrá bien: ¡soy inocente!” La sirena desgañita que salga con las manos en alto, que me arrodille sobre los cables que desataron al poste en llamas, que me entregue... Entra una cortina de carbón por el ojo de la cerradura y, poco a poco, suplanta el techo como si me protegiera del posible desplome. Rápidamente cubro mi nariz con la camiseta. No pienso en rendirme. No, exijo más que las granadas de humo que espantan a las ratas y alteran su tráfico por el vacío de la pared. Miles de ellas escapan mientras los muelles se enredan en mi cabeza y cesa el picor. Es octubre, tiempo de huracanes, y el calor que provocó el ron en mi estómago se vuelve externo. Me sumerjo en sudor como el barco que no atracó en las colonias. Estoy muy cerca del infierno, incluso después de pagar ante los hombres. La sirena, la luz fugaz, el humo y las ratas vuelven a insinuarme que abandone la habitación. Me estallan los nervios en una disputa por el último oxígeno en pie y aparece ella, más legible que siempre, en su gala de esplendor. Se acerca a mi refugio y, cada paso, me entrega una porción mayor de sus pies. Una rodilla se posa en el suelo y la otra le acompaña. Consigo acariciar algún cabello con los dedos. Está dentro del refugio aunque parece estar, más bien, dentro de mí y me roba una lágrima de la mejilla. Me recuerda que la quise, que huya, que la policía no marchará hasta encontrarme o dejar el espacio en cenizas y que entonces, y sólo así, volveré a nacer. ¿Pero cómo huir de ella si, nadando en su muerte, la adoro? Me descubre con un beso y el fuego recorre la pared de la ventana. Ella está sobre mi cuerpo y consigo apretarle las nalgas mientras me asfixia con su lengua buscona. Hay tiempo hasta que la policía de con nuestro escondite. Además, ella es la prueba real de cómo su sexo saborea el mío y me vuelve libre. El infierno cede fuegos al edén para que no pierda el vestido de humo, y ruido, que nos sirve de almohada y, bajo los muelles de la cama, veo claramente la materia.
 Ella descansa, más muerta que un sueño, sobre mi pecho. Persigo con el pie el paquete de tabaco que se encuentra en el suelo y logro arrimarlo hacia el brazo derecho. Tomo uno y lo enciendo en el logradísimo fuego de la mesita de noche, que se tambalea, mientras contagia a la cama. Ella despierta, grita y desaparece. ¿La habrá capturado la policía? Salgo en su búsqueda a través de la rejilla en la ventana y no la encuentro. Tampoco veo al cuerpo policial. Sólo hay fuego desde el poste al edificio y humo, desde este, hacia el cielo. La gente prudente, que está lejana, refleja la caída de los andamios en sus caras. Nadie sabe del ocupante de la habitación número 13, a nadie le interesa. Entonces, la sirena muere y marcho temeroso por encima del cable que se pierde en la sombra.

viernes, 23 de marzo de 2012

El ascenso

 Carne me persigue. Hay noches que no deben ser transitadas si regresas de la casa de un adicto sin compañía. Allí gané en algunos juegos de la Play para camuflar mi derrota ahogada en una botella de vino. Todo está tranquilo después de llover, y los muertos no molestan el tránsito solitario de mi zigzagueante virilidad. El ático que nos mantenía cautivos comparte la cama con dos gatos y algo de ambiente psicodélico para dar el toque sutil a la sala sobre los ladridos del perro del garaje: un perro silente. Recuerdo al amigo J divagar en una isla sin tierra, allá en otro sitio, na-isla-da en el mar... Todo lo cubría la bendición del hombre, hasta que J me dio las buenas noches. Después B13, mi mejor adicto, se aseguró de que fuera derecho a la puerta y no robara la Scooter de poco consumo que tiene en el garaje. La necesito para que Carne no me alcance cuando deje la morbosidad de sus tendones en el asfalto. No pude tomar la moto y ella se acerca, paso a paso, a pesar de mis zapatillas de gamuza: está viva y viene para llevarme. Hace frío. Sólo yo le temo. Ella fastidia la aglomeración de pesadillas que pulula entre las ventanas cerradas y el techo descuartizado que sostiene el satélite lleno. ¡Dios, líbrame de Carne y sus santas credenciales para no ser parte del asadero!
 “B13, espera. Tengo miedo de la carne: está ahí y me mira.”
 B13 sonríe cuando cierra la puerta y mantiene sus carcajadas durante el trayecto de subir las escaleras. Después apaga la luz para condenarme en la soledad del regreso: ¿acaso Carne le ha alcanzado y soy el trofeo de una emboscada? Estoy solo. Mi mente, arrinconada en la pared, abre la ventana a un sonido carnoso. Se alivia de no pagar sus deudas con llanto mortuorio, ya que Carne, es una vía efectiva para ser recordado con lástima, donde todo pasa pero hay silencio, siempre el mismo: Carne nos enferma de silencio. De pronto, me desboco en una carrera de digeridos que no quieren ser chupados y el goce que el viento provoca en mi adrenalínico cuerpo se hace tortura cuando me empuja su aliento. En esta noche, más fresca que nunca, le gusta llenar las calles de los trozos que desprende para crecer en su terrorífica materia. La lluvia de la tarde desplegó la alfombra roja sobre las vías para que, los que van a morir, puedan presumir del más alto glamour para recibir a Carne.
 Caigo al suelo después de mirar atrás. El pie derecho responde con un ligero dolor y no acata mis ordenes de movimiento. Me arrastro para complacer el delirio de mi perseguidor y las manos se apropian del polvo y alguna cosa más: encontré la colilla de tabaco que tiré cuando fui en sentido contrario y me alegro, necesito fumar mientras permanezco vivo. Arrastrándome de espaldas, consigo liar un cigarro con sabor a cenizas. En eso, atravieso un hormiguero y pido ayuda: “help! I need somebody” y, en cuestión de segundos, responden mutilando mi pie fracturado. Ahora me encuentro más ágil y aventajo a Carne en velocidad de arrastre. A veinte metros, el portal de mi edificio enciende luces de neón como si fuera bienvenido. He contenido la hemorragia con el cinturón y los pantalones se aferran a las grietas del suelo, quedan rezagados ante mis impulsos por subsistir. De pronto, en un cementerio de vidrios, un minusválido me invita a pasear. Me aproximo gastando mis manos y no el tiempo, el único que ofrece esperanza a la presa y no a Carne. Consigo arrebatarle la silla de ruedas y un noventa por ciento de mi cuerpo llega al portal. Carne se abalanza sobre mí y con dificultad introduzco la llave correcta para penetrar la puerta con himnos de salvación. Carne sigue su rumbo sin mirar a través del cristal. El ascensor no funciona y tomo las escaleras.

lunes, 19 de marzo de 2012

Detrito: patria querida

 Llevo años caminando sobre aceras en sombra. Así evito que la gente aparte sus malas lenguas del  pasto seco pero cívico, y arremetan con sus ansias mediáticas contra mi singular y necesario sistema de vida. Mi profesión anula el lleva y trae de los vecinos que mantienen el periódico desde la reja de los balcones que, mediante soldaduras, evitan el desbordamiento de sus imperfectas vidas sobre el impuro asfalto. Ellos no me engañan: los conozco. No temen a la amnesia que les provoca el Euro Caballero cuando necesito salvaguardar la imagen. A veces, directamente no se atreven a hablar, ya que en nuestro selvático pueblo parece que naufragó una caravana circense. Siempre llevo dos maletas: una de ida y otra de vuelta o, simplemente, como le llamo, "baúl de tesoro negro". No tengo diagnóstico para nombrar mi apetito, al menos, declarado. Tampoco me han otorgado el título de lunático en este pueblo, que íntimamente conozco. Sí, puedo escupir de memoria la dietética rutina que sigue la joven del 322, incluso, el estúpido afán vegetariano de la hija mediana del Alcalde. Es él quien me abre la puerta cuando llevo la carta perfumada y me invita a la cocina donde está su pupila, mientras se esconde entre asuntos de trabajo. Siempre lo hace hasta altas horas de la noche. Sé mucho más y su hija también. Ella es virgen y aplaca mi sed con una bolsa de excrementos matinales. Sé que fuma marihuana y yo me alimento de ella. Es sólo un trato comercial sin ánimo de trascendencia. “¡Orégano en estado puro!" Veo que no quiere disgustarme.
 Lola termina sus clases y corre a mi encuentro en el parque del centro. Le gustan los chicos mayores, botánicos de oficio y con carnet de socio de Green Peace. Lola está enamorada de mí y me desea, ¿pero qué haré con ella si derrumbo su himen? ¿Qué será de la orquídea epífita que le dije que investigo? Lola debe seguir virgen y con su exagerado uso del pimentón porque así lo deseo, porque así le ordeno cada mediodía y no quiero perderla sin encontrar, antes, su reemplazo. Es complicado tejer una mentira justificada para endulzar nuestra estrambótica diversidad, pero no es nada nuevo. Mi vida no es la única paralela a la moral que se apuntala con pecado divino. Es tan digna de un cuento como las buenas causas. Es solamente una vida desnuda y Lola lo sabe, pero prefiere la versión botánica.
 Hoy me ha llamado una clienta para saber de su correspondencia. Afirma tener a su rolliza descompuesta a raíz de un estado gripal y teme que la bolsa se rompa o no sea fiable para contener la líquida evacuación. Me preguntó si no me importaba que lo depositara en una botella de agua mediante un viejo embudo, pero insistí con indiferencia ante el formato. Sólo fallé al exclamar lo oportuna que sería la gelatina para la exótica salsa de setas que preparo los domingos después de la misa y, descaradamente, me subió el precio. Pero vale la pena: la hija, además de padecer el ciclo gripal, atiende inocente los días de menstruación. Este hecho me hace imaginarla amarrada al váter, cuestionando a la madre el por qué del embudo: “¿será un análisis?” Mientras, calculo la fórmula culinaria que me permita combinar la vitalidad de sus heces con el orégano psicodélico que obtengo en la casa del Alcalde, siempre con piernas de carretera en la mente y, además, el salpimentado pelotón que mi hermosa Lola empaqueta para la plástica orquídea en peligro de extinción.
 Ya sé: iré al mercado para comprar carne de primera, doble ración porque he invitado hoy a una posible distribuidora y debo sorprenderla con la materia orgánica de sus compañeras de estudio. El semáforo hace gala de su sanguinolenta luz. Tengo prisa y lo burlo abrazado al riesgo. En eso, un coche con buenos reflejos dejó en el aire: “¡MIRA POR DÓNDE VAS, COMEMIERDA!”

domingo, 26 de febrero de 2012

El número de Alejandro

                                                                                         pensado en la mujer.

hormiga en pie de lupa sobre parlamentos
-fresco y descompuesto-
barro con cráter en nido de malahojas.
sólo esperaban la huella:

¡ay tormento de unicórnea
cuando ciegos ríen del paisaje! ja ja -mosca-
voy de la boca al rico
por más que vuelen mis descensos.

digo que es instinto seguir
-perdurar y
satisfacer-
al morlaco de traje con ventana al calvario.

lleva más tierra el gusano -en bandeja de Euro-
que las mañanas del continente
aunque caiga
ser gusano es: ¡ser popular!

miro la perdiz sombreada en el muro.
el machango dio el beso e Hiroshima - hoy Argentina-
ese amor infinito...
encontrada llamó al cero dieciséis y lo arreglaron todo.

el sapo -motor de las barcas- del Aqueronte saluda
desde el banco en la otra orilla.
en la mano lleva al amigo y en los pies
mi espalda.

nada importa a la libélula cuando trata culebrones para el cambio.
-la vida de cualquier otro
en poemas de mierda-
es bonito el amor y el dedo en el clítoro o clítora.

en Ciudad de Caries la rata no orina tinta: ¡oh consumatorio mío!
¿bueno qué pasa?” lo que no pasa es una mesa de alegría
ante la pareja de astados en globalización bulímica.
¿bueno qué pasa?” no te lo dirán: ¡pregunta a los ocultos!

brama el abeja en rito de incultos de musa vestida.
quiere son en sazón y tiros en videojuegos: ¡quiere follar!
el zángano paga y qué más da:
¡lo que gana nuestro cuerpo se lo robas al estado!

otra vez la gacela se encuentra entre arbustos.
¡ay bicho feo: quién te va a cuidar! mío...”
es hora de colgar las nalgas de puta y salir -o no salir-
para tener orgasmo y derecho patentes: ¡oh faunadiso! ¡oh faunadiso!

hombre no me quiere cerca
pero mujer suena demasiado a vida.
oh celo atrevido -vituperismo en jardín-
mordería tu lado en la manzana y serías yo.

jueves, 2 de febrero de 2012

Desgañite lezami-ano



tiene la paja asía
-doblemente- el congreso
                   agitándola sobre sistema
en el Bucolipsis de nuestra Edad.
los dedos tapan siete aires
y la estatuilla fálica vomita
con relieve leporino
el bramar sureño e infeccioso
                      sobre peonía talamera.
¿quién se calza la prosapia
para besarme en el conciliábulo?
                                       -desliz entre pasillos-
¿alguien le espía
                         sabe dónde cayó?
no lo trago
sólo hay mastines en queja
melindres al primer auxilio.
                                     -encima-
es barato alquilar dónuts
para meter los sesos
cuando llegan alisios en partes constructivos
                                                       demoledores.
¡aquí presentes: el clan térreo sin Meca! go en tó
enotómanos del castigo
turbados satisfactoriamente
con dádivas se-mentalizadas en cuenco de Petri
violados por el interés oficioso
                           de la caricia
que nace en subterfugios.

Teatre Conservatori

el desorden
                       aún me muerde
                       aún me desvela
                       aún aún aunque
parezca un juego.

no hay tableta de modorra
               pesadillas valium
                       ronquidos de té verde
                                                  o paredes....
un destierro para escribir
                       aún en cabecera
                       aún sin párpado
                       aún falta sueño.

la cama tiene amor y
garrapatas
mosquitos despiertos
sin mosca del sueño.
                      todos hambrientos
                      camada   camadas
                      ninguno acreditado


                      Barcelona repleta de insectos
                      Barcelona cagada de nieve
                      Barcelona
                                     ruidosa olímpica-mente.

tengo el colchón
rebosante de piedras
y me aburre la media tiniebla.

                                     fifty       fifty
                                     noche y  día
                                     culpa y paro

ya no esquilo ovejas
al compás de huracanes
o rugido paterno.
                                    espera voy a ver la nieve
                                    espera y casi está el café
                                    espero caer KO en 3 2 1...
tanta lana me asfixia
        tanta lana negra
                tanta lata sin abrigo para sueños.

cuanta cuerda vomito
           cuanta paranoia cellisca
                      cuanta diferencia entre almohadas.

hay enanos que pisan mi cráneo
desprendido horneado tremendo
despedido fileteado ¡aburriendo-me!

¿cómo dormir a la intemperie?

el desorden ha tomado mi latido
y no se cansa
de follarme la costilla izquierda
                                    izquierda tenía que ser
                                    tres veces joder
                                    izquierda...

aún sigo dentro del espejo
             aún comparo copos.

Enero del 27

¡ah
me ha engañado el iceberg!
intangible niebla defecada       -error y manzana
                     garabato.-
¡oh! ¿dónde iré sin abrigo?

¡juego de As en verso!
                    ¡ah...! ¿dónde lastima el aplauso de la ropa?
¿vive el ardor                             -coyote aturdido-
                    intrincado en la decepción?

garras                                         -ad libitum tóxico.-
                    inútil sangramiento sin erigir columnas
                    anómalo rastro de puñal hermano.
nado en mar hundido                -poeta-
                    necesito oxígeno.

¡oh divina condena!
soy una falla temporal
en aquelarre primitivo:

Ícaro subió en v`ano´

siento que miras a lo alto
de una escalera sementada
mientras
-en el váter-
              hace digestión el laberinto.

¿por qué el carpintero no tiene alas?
-así perdió la virginidad de la virgen-

bueno
has importado palabras de otra era
y en tu piel
crecen cañones.

vives la psicosis del ego
en un claro de bosque.
yo
-que contengo agua en boca-
oculto tras el pino
abrí la primera sangre
con las manos
           con saliva
                ¡con la amistad de los pobres!

Amigo:
¡yo no quiero olvidar!
porque entonces
              ¿qué luz (te) aguarda?

Ladrido de poeta en tregua hasta que el turno le haga efecto y llore el querubín














                                 uu: ¡mañana traeré al demonio!
                              uu
                                        uu
                                   uu
                              uu
                           aa
                      aa
                   a
     ^^ >.  a
    )_  \.

                                                                                               La foto no es mía.
                                                                                                                               No es mía la foto.
                                                                                                                               La foto mí-ano es.

la diminuta cremallera

tengo la silueta mareada
con medalla a la pena
y el cabello sin despertar.

si todo fuera sencillo
no hubiese llegado a ti
-sobre la ola-
con tacones de acero.

vivo para caer antes
en la lengua de las bocas
-se menea-
y me corro a un lado
para que la prole sea mía.

la mosca puede matar la mano
¡siete contra cinco!
quede claro:
hoy asedio el castro
                       pero no donde el gigante.

tengo la sombra caída
y números en el cuello.
soy presente sin complejos de ayer
o alzheimer futuro
-lugar de los hechos-
que me arrebate
calores nocturnos.

respondo salido del ataúd
cuando la crisis devora mi tiempo
-quedarán secuelas-
como sanguijuelas de nicotina.
pero vengo preparado:
lanza y caballo
mas turbación.
perdón al fantasma del perro
oculto en la cremallera
tengo pasado irlandés.

Amigo:
me alegra verte rico
-gasta la plata-
                           la vida es escalar.

Respuesta al minuto

pasa un instante
y el mundo rompe sus recatos.
hambre tratada con estruendo
                  y en la esquina del olvido:
                      ¡es fácil hablar de Dios!

Amigo:
¿dónde estás que no tocas presente?
¿caminas sólo?

la flor se manifiesta en el temporal
de los espejos
-es cierto-
llueve mierda
                 y la madre no puede dar a sombra.

trágica vida tiene
quien no llega a la copa
también existen juegos ciegos
                ¿por qué no probar?
la velocidad excita a quién usa para-caídas.

Amigo:
¿qué ves triste y doblemente?
¿se acercan los cambios en la maleta del turista
o será que pasa sin dejar los besos?
debemos ladrar en el balcón
antes que mengüen los poetas
                                        -siempre en pecado de As oculto-
el que sacude morirá
como el gusano en la manzana
                            -como Adán que afirma ser fuerte-
          con lápida escrita de absurdo
en rocío de orine.

Amigo:
han comprado a los profetas
con píldoras de amnesia
             en la partida que libramos.
¡mira la Cibeles
subastada antes del juicio!
le han abucheado las piedras
a pesar de ser hermosa.
dale un repaso a la veterana
-de guerra y hogar-
que narra historias en familia:
“ anoche me apestó el celo
y caí en la libreta de un irlandés...”

Amigo:
en un minuto bebiste el día
de la esquina caliente
dime:
       ¿es diminuto el estigma?

La mano del guardián



Amigo:

el mensaje sucumbe
cuando es desigual al claro.
¿para qué un altar en la botella
vacía?
si sólo hay cobardía en la rima
y en el héroe.
parece fácil llenar de imágenes
el arte
                   pero los alces tienen
demasiada vida entre llanto y ataúd.
ya te dije:
¡borra el recuerdo!
no seas marco bajo la huella
                        la virtud viene manchada
                                                ¡no le enfangan los trofeos!

Amigo:

la edad se repite
con siglos de oficio
¿qué te sorprende
                                  el laberinto o su faceta rusa?
del guardián me llegó el mito
y el alma
-que iba sola-
padece la existencia.

no dice nada la frase.
no es tiempo malgastado.
no es culpa del mañana
el ego que nos p        i          e              r                   d                               e.