sábado, 10 de diciembre de 2011

Urbano


Un día perdí la gloria y desperté vagabundo. Yo, que era plástico e intolerante, con un ramalazo galante a la ruina me fui. No dije que fuera el mejor, pero pocos habían con tantos usos.
 ¡En todos los sentidos!
 Mi castigo fue la sombra. Tantas veces estuvo mi cuerpo expuesto al alcohol, que el panorama de fiesta dibujado en mi entorno nubló mi atención. Se acabaron los buenos cuidados, las compañías de uso y los trapos limpios. 
 ¡Había perdido la felicidad!
 En la calle vivía de lo que me daban por el día y quitaban por la noche. Como estaba en un lugar céntrico conseguía de todo. Repito: todo, porque iba desde la mierda hasta el pastel de cumpleaños, de una gordita de quince años que por complejo se lo perdió.
 ¡Era de chocolate!
 Desgraciadamente y, como cada noche, pasaron aves rapaces con más volumen que yo, dejándome del pastel sólo una mancha en la boca.
 ¡Cada día me iba peor!
 El estado, que siempre mejora su servicio, dobló la ración de buitres para presumir de calle limpia, y mi paz que estaba muerta, de un ataque explotó.
 Una mañana sin previo aviso me cambiaron de lugar. Yo resistí. Era mi sitio.
 ¡Sólo ese era mi sitio!
 La respuesta fue con fuerza y desde el suelo, pateado por todos los lados, me arrastraron hasta un nuevo lugar. Otra vez la suerte me había escupido. Limitado por una cerca que, además, apretaba un parque. Si hubiese estado más adelante bajo la sombra del árbol…
 ¡Mi piel no se hubiera cuarteado!
 Los niños me tiraban piedras como el que mata a una puta y es celebrado por Dios, y los padres, que iban de amantes, dispararon el chicle contra mi cara verde.
 En eso volvió el camión de la basura, y con la misma historia me vació.

3 comentarios:

  1. ...a pesar de los descalabros y desaciertos pasados,hoy a vuelto a salir el Sol,quedan esperanzas y sueños, muchos sueños... y todos de color Blanco....

    ResponderEliminar
  2. Lectura amena, de buen equilibrio lingüístico y vivaz. Comparto el comentario anterior.

    ResponderEliminar