viernes, 8 de noviembre de 2013

El Pastor Alemán

                                                                                                                              A mi perro Gobierno...


 Un día me regalaron una cabra y la metí en la habitación. Lo primero que hizo fue comerse un pendrive que tenía en la mesita de noche al que no sé ni cómo llegó y se dispuso a soltar mierditas como si hiciese un cuadro aéreo de aquellos que necesitas subir a un helicóptero para verlos y sigues ensuciándote. Sé por experiencia que cuando pisas por primera vez un cuadro aéreo de cabra te vuelves dependiente de escoba y recogedor. Yo eché pa`lante y ella vive su vida comiendo como una princesa de ojos y barbilla negra que me llega a desesperar. Todo a su altura perdió la forma y cada vez alcanza más pendrives.

 Imaginé que la cabra servía para algo cuando la acepté así que espero que se decida pronto y me eche una mano en la habitación, que no deja de tragar pintura y la convivencia llega a un punto que aprieta como el frío: estamos en invierno y solo tengo unas sandalias, los pantalones ahora son shorts y la sábana es suya. Me acostumbré a ser indefenso frente a su carita, la cabrona me era tan familiar…
El animal se convirtió en mi responsabilidad y de cierta forma yo también en la suya. No me gustaba llevarla al parque ya que cuando no mordía un perro buscaba bronca en el portal de una casa humilde, así que pasábamos tiempo en casa. Me interesé también por la afición de pintar cuadros aéreos con ella y cada vez que termina el boceto en mi suelo lo recojo y lo suelto por la ventana de forma desinteresada para los vecinos que aguantan de momento. Seguro se encuentran escribiendo sus críticas en alguna denuncia que está al caer.

 A pesar de que me costó al principio, llevo seis meses con la cabra, averigüé en una revista que estaba usando para qué sirven: “…animal productor de leche rica en triglicéridos que ayuda a lubricar la garganta...” La amarré a las seis de la mañana y comencé a ordeñarla y le gustó a la cabrona tanto que le aguanté la pata porque no la dejaba inmóvil. La barbilla se le ha puesto negra y me da gusto jugar con ella. Yo la mantengo limpita a pesar de que solo queda de la habitación un pasillo (con las denuncias tuve que amontonar cuadros aéreos).

 Tanta queja, bobería de la gente, molesta a cualquiera y terminé tomándola con la cabra que le dije un par de cosas y creo que aún no me ha disculpado del todo porque no suelta ni la mitad de leche que yo había leído en la revista: creo que está muy mal criada. A eso sumo que siempre que ordeño la cabra termino con la garganta seca… Por su cumpleaños celebramos con hierba del Mercadona y unas cervezas que entraron bien en el estómago de ambos. En eso volví a ordeñarla sin conseguir llenar ni un vaso y fui al veterinario quien dijo que era por déficit de vitaminas, que tuviera paciencia con ella y que practicara con algo que no mencionaré pues lo encuentro inapropiado para este cuento. Además, le prometí a la cabra no utilizar lenguaje de soez cuando la esté ordeñando.

 Su rostro seguía siendo intrigante incluso en el momento en que me salpicaba las manos. Nada más puedo pensar en que estoy loco porque le caiga la menarquía. Ya le salieron unas canitas pero ella es una presumida del carajo y se tira el vello de la barbilla por encima y camina sin nada artificial, pasillo arriba, pasillo abajo. Son momentos así los que sostienen tanta mierda de cuadro aéreo pegado a las paredes.

 Barría cuando me percaté de sangre al lado de las bolitas en el recogedor. La noté rara desde la mañana que no se quiso ordeñar y llamé al veterinario para que viniera con urgencia a ver mi cabra. Después de la gracia que me costaron las vitaminas no puedo permitir que se enferme y de menos leche. Se echó en el pasillo sobre media manta que dejó a la hora de la merienda, con el reflejo de su barbilla en los ojos y yo preguntándome: ¿se empachó con la otra mitad de la manta? Llegó el veterinario y la atendió mientras tiraba cuadros para las paredes y hacía espacio en el pasillo. La sangre resultó ser del culito porque estaba estreñida y se hizo daño pero nada grave. En eso el doctor se levanta y me dice:

 -¡Coño Alejandro, esta cabra es macho, por eso la cabrona da lechazos! ¿¡Cómo no te diste cuenta si de cara es igualito a Mariano Rajoy!?

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