Un
día que hacía la ruta automática por bares nocturnos de la ciudad,
conocí a Eva. La gente miró con ojos saltones el desmedido empuje
que me acercó a la más loca de las ofertas y cómo, con una copa su
mano sin rodeos, mi muslo acarició. Eva tenía un lunar en el labio
superior la convertía en la ensalada de frutas que estaba dispuesto
a morder. La mano en la rodilla, poco a poco, subió y con postura
erecta entendí que la casa de uno de los dos, invitaba al coito.
Así, con la frente en alza y amasando lo que me esperaba, Eva y yo
nos retiramos.
Eva
guardaba en su casa un buen sustento de alcohol. Mientras ataba mis
brazos con seda y restregaba su olor en mi nariz, mordía mi cuerpo
alopécico hasta llegar con una copa y aire conquistador al pene. La
cuenta empezó en sesenta y nueve y tras un brindis, acabó con los
dos a cien. En eso Eva metió la mano y, con demostrada maña, adornó
con color sepia el espacio.
“¡Oh,
Eva, qué exquisito era tu francés!”
Después de la
primera tanda, y sin perder la tensión, la diva sacó un canuto que
perfumó el momento. Hacía años que no tocaba eso, sólo recordaba
algunas reglas callejeras como “¡quien lo lía lo mata!” Y yo,
adicto al pecado quería volver a jugar.
Eva
abrió la boca. Escondía melódicamente en el humo los futuros
orgasmos y sin dejarme esperar, la caricia volvió. Del armario sacó
una caja y la silueta de un juguete bajo transparencia me hizo
sucumbir. Eva, que era un ejemplar de muchos recovecos y sorprendente
habilidad, llenó su boca conmigo mientras hacía resbalar el juguete
por la raja de sus glúteos y, como una bandera ondulante clavada en
el quinto hoyo, el desperezamiento ocurrió. La noche burló el
olvido y Eva, com-pene-trada con la causa, utilizó su mejor arma
hasta que finalmente se durmió.
Al
día siguiente, el espacio en la cama me dijo que estaba solo. La
mesa de noche sostenía el termo de café, una taza y la despedida en
formato nota:
“Adán,
ha sido volcánica nuestra última noche. Disculpa el azúcar en el
café y por favor cierra la puerta.
Evaristo."
No hay comentarios:
Publicar un comentario