domingo, 28 de abril de 2013

Vértigo en el camión



Habían dejado un porro en la ventana y estaba loco por ir a matarlo, así que me asomé, le di candela y dejé que las cosas fluyeran. En eso pasó el camión de la basura con el cadáver del Ministro Wértico encima y salí corriendo a perseguirle. El ascensor abierto pronto me dejó en la calle y menos mal porque para ser solo de nueve pisos había una peste rancia, como algo que en cualquier momento tomas de la nevera y tiras a la basura. En un instante localicé el camión y cogí el taxi de un chileno que me notó la prisa. Siga ese vehículo le dije. Son 7 euros y arrancó.
    
Por fin se me dio la oportunidad de ser cortés con el señor Wértico que tanto mal rollo deshizo. Solo hay que ver cómo están los jóvenes y los delitos menores; el otro día escuché que multan a los que se preparan el bocadillo en los contenedores, que si la basura era privada, que si lo otro... Como el Ministro, que tanto había luchado para organizarla a su altura y lo subieron al camión. Saqué la cabeza del coche y comencé a gritar: ¡Ministro Wértico, Ministro Wértico! Regresé al taxi y el chileno me dejó claro que no le vomitara dentro, que la cosa había caído y que no viniera a joderlo.
  
Se detuvo cuando marcaron los 7 euros y el camión de la basura seguía avanzando. Me preguntó si era importante y arrancó a contar de cuando fue cuidador de cóndores en los Andes, pues son los buitres esos que vuelan alto y les cuesta bajar o migran a paraísos fiscales. Por un momento nos despistamos pero afortunadamente el basurero había girado a la derecha. Recuerdo que fue el señor Wértico quien aprobó que en todas las aulas hubiera una silla para el director y desde eso los muchachos son de lo más aplicados. ¡Ministro Wértico, Wértico! Igual que cuando gana el Madrid y pego gritos desde el coche de los amigos, ese era momento para devolverle la cortesía: ¡qué lástima que no lo cogí vivo porque éste seguro fumaba!
    
El camión cruzó una reja y se me acabó el tirar con la cara para el resto del viaje, el taxista me santiguó con los ánimos que se reciben cuando toca pelearte con el destino y entré al basurero a por el cadáver del Ministro. Allí había de todo menos cobre y el camión paró en el otro extremo haciéndome pisar un clavo, después una íntima y por último una propaganda de Carrefour, que se pegan al pie y no sueltan coño, aunque las pinches con un palo. Quería encontrarlo rápido para llegar temprano a un hospital de regreso, porque si ibas a la hora de la comida no cazabas ninguna médico de prácticas.
   
¡Ministro Wértico, Wértico! Estaba tirado sobre unas chapas y una silla de escritorio le cubría medio cuerpo.  Le quité el reloj cortésmente dándole palmadas en el hombro y decidí observarlo durante el tiempo que durara el cigarro, así que me senté en un murito que encontré al lado del cadáver. Tiré la colilla y ¡miau! Un gato negro salió corriendo. ¿Pero qué quieres, un habano..?  ¡Te cogiste para eso con el cubano!

2 comentarios: